En la historia de la medicina, el primero en anunciar la idea de la transmisión insectil de la fiebre amarilla fue Louis Daniel Beauperthuy, hijo del químico y farmacéutico Pierre Beauperthuy. Su familia, oriunda de la región francesa de Perigord, se estableció desde mediados del siglo XVIII en la isla de Guadalupe. Nacido el 26 de agosto de 1807 en la ciudad portuaria de Santa Rosa, pasó su infancia rodeado de las comodidades y la seguridad que le deparaban un hogar próspero, ubicado en la más alta jerarquía social y económica de la época. Contaba 15 años cuando sus padres le enviaron a estudiar a Francia.
Obtuvo el título de Bachiller en Letras en 1828 y el de Doctor en Medicina en la Facultad de Medicina de París, en 1837. Ese mismo año fue designado viajero naturalista por el Musèe d’Histoire Naturelle, y en 1838 se embarcó con destino a Guadalupe y Venezuela con un detallado plan cuyo propósito era recoger colecciones vegetales, animales y minerales. Llegó a Venezuela en una de las goletas de su padre en 1839, remontó el Orinoco y pasó por Maturín, escuchando noticias acerca de los estragos que causaba la fiebre amarilla y experimentó en su propio cuerpo las picaduras de los zancudos pero en ese momento no sospechaba que existía una relación entre las picaduras y la transmisión de las fiebres. Estaba dedicado por entero a la recolección de muestras para cumplir con el encargo recibido del Museo; no obstante, sin mayores explicaciones le retiraron los fondos asignados y tuvo que cancelar el proyecto.
En 1842 viajó a Cumaná con ánimo de establecerse, y al poco tiempo contrajo matrimonio con Ignacia Sánchez Mayz. Con ella tuvo tres hijos y formó un hogar cálido y bien cimentado en el afecto, el respeto y la confianza. Revalidó, ante la Facultad de Medicina de Caracas, su título de Doctor en Medicina y ofreció sus servicios ganándose rápidamente una sólida reputación como médico, gracias a su buen talante y al acierto de sus diagnósticos. A pie, a caballo, en mula y curiara, con su microscopio a cuestas, recorría los caseríos aledaños analizando las aguas estancadas putrefactas, los vómitos y deyecciones de los pacientes acosados por la fiebre amarilla y el paludismo, guardando un registro cuidadoso y detallado de sus observaciones. Consolaba y alentaba a los enfermos, administraba medicamentos, y pacientemente les explicaba cómo debían ser los tratamientos.
En 1850, fue designado profesor de Anatomía en el curso de Ciencias Médicas en el Colegio Nacional de Cumaná. En 1853 se produjo un brote epidémico de fiebre amarilla, fue designado Médico de Sanidad (1853-1866) y tuvo que rendir intensas jornadas de auxilio a los enfermos. Esta oportunidad fue propicia para efectuar observaciones más profusas acerca de la etiología, el contagio y la terapéutica de la enfermedad. En mayo de 1854 publicó, en la Gaceta Oficial de Cumaná, los resultados de sus observaciones. Sin abrigar dudas, afirmó que la fiebre amarilla era producida por un virus vegeto-animal procedente de las materias pútridas de los pantanos y ciénagas, y que era inoculado a las personas por los mosquitos o tipularios. Esta idea contradecía la concepción miasmática, vigente en la práctica médica de la época, según la cual las emanaciones pestilenciales, una vez que lograban introducirse en el cuerpo humano mediante la absorción pulmonar o cutánea, adquirían carácter patógeno y causaban las fiebres.
En 1854 se desató en la Isla de Margarita una epidemia de cólera que se propagó a Cumaná y a las poblaciones vecinas. Sus observaciones acerca de la etiología, el contagio y la terapéutica de esta enfermedad también las publicó en un artículo titulado “Causa del cólera morbus”, en la Gaceta Oficial de Cumaná. Precisaba en ese escrito que había observado vibriones en las heces de coléricos. En 1856 decidió enviar a la Academia de Ciencias de París, por intermedio de uno de sus antiguos maestros, una memoria en la que reunía los resultados obtenidos en la observación de ambas enfermedades. Esta memoria fue resumida y publicada en los Comptes Rendus y reproducida en una revista de nombre L’abeille médicale. Beauperthuy quería asegurarse la prioridad de su hallazgo y obtener, de parte de la Academia, alguna respuesta acerca de unas observaciones que destacaban el papel de los zancudos en la transmisión de las fiebres. Era un acercamiento novedoso cuyo fundamento era el concepto de la transmisión insectil, en abierta oposición a la teoría de los miasmas vigente en los estudios médicos de la época. Sin embargo, los miembros de la Academia, guardaron silencio y no se pronunciaron ante semejante hallazgo. De ahí en adelante, Beauperthuy se dedicó al estudio de la lepra, enfermedad endémica en la zona, y se propuso demostrar que la curación era posible mediante un tratamiento a base de extractos vegetales y un régimen dietético. En 1870 el gobierno inglés alentó ese esfuerzo por buscar una curación definitiva de la lepra, y le entregó la dirección de un leprocomio en la Isla de Kaow en la Guayana Inglesa. Trabajaba sin cesar, alejado de su familia, sometido a múltiples presiones porque había intereses económicos que intentaban interferir con su proyecto. Al cumplir siete meses en la isla, el 2 de septiembre de 1871, después de una jornada agotadora, cenó y se acostó temprano en su hamaca, pero en la madrugada sufrió una apoplejía fulminante que le segó la vida. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Bartica, pero años más tarde fueron exhumados y trasladados al cementerio de oficiales en el penal de Settlement.
Beauperthuy tuvo un manejo racional de sus observaciones, fue el primero en advertir una debilidad en la teoría de los miasmas y proponer, con acierto, una nueva vía en el estudio de las fiebres partiendo de la transmisión insectil. Su trabajo, además de ser un ejemplo que ilustra la resistencia académica a los nuevos hallazgos, muestra la soledad del hombre de ciencia que desafía concepciones establecidas sin convencer a los demás de que su aporte es válido. En 1900, obtuvo el reconocimiento a la prioridad de su hallazgo, en Cuba, cuando la comisión americana integrada por bacteriólogos de reconocida reputación, demostró, experimentalmente, que la fiebre amarilla es trasmitida por el Aedes aegypti, de las personas enfermas a las sanas y que el agente etiológico es un virus filtrable.
Biografía elaborada por
María Matilde de Suárez