Berta Viera de Torres

Berta Viera de Torres nació en la ciudad de Caracas el 19 de febrero de 1936 ya finalizando el lapso de Acuario, en la parroquia de San José, siendo la séptima de doce hermanos, cuatro mujeres y ocho hombres. Sus padres fueron hijos de inmigrantes españoles de origen muy humilde y para quienes significó una enorme tarea darle educación a familia tan numerosa, logrando hacer profesionales de éxito en diversas ramas a seis de ellos. Su primaria la realiza en la Escuela Municipal Experimental José Gil Fortoul, la cual le aportó una educación integral de primera línea, y como ella misma relata: «esta escuela me enseñó a pensar e integrar los conocimientos básicos al mismo tiempo que nos impartía nociones sobre apreciación musical, danza, deportes, gimnasia rítmica y ballet, éste último lo practiqué con éxito por algunos años, y todavía hoy día, sigo considerando un verdadero privilegio el haber disfrutado de tan excelente formación«.

Al finalizar sus estudios de primaria cursa bachillerato en el recordado y famoso Liceo Andrés Bello, donde brillantes profesores le señalaron el rumbo de la constancia en el aprendizaje. Para mayor fortuna, su hermana mayor, Felicitas Viera, ha sido su hermana y docente. Muy joven accede a la Universidad y opta por Medicina, inscribiéndose en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la casa que vence la sombra y allí a la par que aprende el ejercicio de tan exigente carrera, se enamora y seis meses después de recibir su título se casa con el Dr. Jesús Torres Solarte, unión de la cual nacen cuatro hijos, tres varones y una hembra, Los tres mayores siguen la senda caminada por los padres y hoy día son cardiólogo-hemodinamista, el primero, hemato-oncóloga, la segunda e internista e infectólogo, el tercero; el más joven de la dinastía opta por la Comunicación Social. Todos están casados y con hijos.

Durante 25 años Berta Viera de Torres se dedica a la docencia en la Escuela de Bioanálisis de la Facultad de Medicina de la UCV, impartiendo conocimientos a cientos de estudiantes y, desde la Cátedra de Microbiología, en principio como adjunta y posteriormente y hasta el momento de su jubilación, como jefe de cátedra. Simultáneamente se desempeñó durante algún tiempo como representante de los profesores ante el Consejo de la Escuela de Bioanálisis. En el año 1974 realiza un máster en Virología en el Instituto de Investigaciones Científicas de Venezuela (IVIC), obteniendo el primer premio, mención en Medicina del CONICIT por su Trabajo de Investigación «Estudio epidemiológico y aislamiento del rotavirus en Venezuela «, primer estudio de esta naturaleza en el país y con el cual inicia sus años subsiguientes de investigación y publicaciones en dicho centro de la mano de su tutor y amigo el Dr. José Esparza. Esos años de dedicación al mundo de la virología, en un país que apenas se iniciaba en la investigación de dicho campo, le sirven de aval para optar por un año de investigación en técnicas de diagnóstico y cultivo virales en uno de los dos centros mundiales más importantes en dicha área, el Hospital for Sick Children, en la ciudad de Toronto, Canadá, al lado del profesor Peter Middleton. Ambos posgrados alcanzan un meritorio valor por el hecho de haberlos realizado una vez casada y con cuatro hijos, quienes junto a su esposo le brindan el apoyo y la solidaridad necesaria para que los culminara con éxito.

La experiencia en Canadá fue particularmente enriquecedora, no sólo por las habilidades y destrezas adquiridas sino por el aporte de una visión clara sobre la importancia, para su sociedad, de incorporar la virología a la investigación y a la práctica clínica diaria. A su regreso al país, se dedica a modificar el pensum docente de la Cátedra de Microbiología, imprimiéndole el peso requerido por la Virología, la cual logra extenderse en los estudios de bioanálisis a un semestre completo. Durante toda su vida Berta Viera ha sido siempre una persona muy exigente, estudiosa, cumplida, celosa de que las cosas sean siempre mejores y convencida de su enorme responsabilidad en la formación de un profesional del equipo de salud preparado para trabajar por y para la vida.

Inicia cambios en la forma de adiestramiento práctico de sus estudiantes y de esta manera, se empeña en modificar el abordaje de las actividades prácticas en bacteriología, donde decide iniciar cada actividad práctica de aislamiento de un germen dado con una pequeña historia clínica, orientadora de la posible patología, que permitiera desarrollar en el estudiante la acuciosidad necesaria para su ejercicio. De la misma manera fue pionera de las llamadas «Prácticas Hospitalarias» en la cual los estudiantes del último semestre de la carrera rotaban en instituciones públicas o privadas, a manera de pasantía, logrando probar de esta manera, las habilidades adquiridas e imprimiéndole la confianza necesaria para el ejercicio responsable y comprometido. Su motivación insaciable, buscando siempre acercarse a eso que llaman «la verdad«, le hicieron merecedora de que cinco promociones de la Escuela de Bioanálisis la honraran con su nombre como madrina.

Su familia piensa que todo el que se acerca a ella nunca se va con las manos vacías y siempre obtiene actitudes solidarias, amorosas y de ayuda de todo tipo, espiritual y material. En la actualidad, un espíritu inquieto como el de ella busca nuevos derroteros y al mismo tiempo que hace cursos para lograr la Maestría de Practice Conditioner en Programación Neurolingüística, escribe una columna mensual sobre medicina, salud, y ejercicios en el periódico Panacea (periódico de salud que circula encartado en El Nacional). Cónsono con lo que allí pregona, practica ejercicios, diarios en el Parque del Este por espacio de dos horas, luego, en un prestigioso club de la ciudad, ejercita además bailoterapia, aeróbicos, taebo, yoga y pesas dirigidas. Además de todas estas actividades le gusta viajar y escuchar música y como ella misma expresa «el amor de mi familia, el orgullo y amor que por ellos siento, aunado a mi bienestar físico-mental, hace que me sienta feliz, en paz y armonía (…) y pienso que la vida y Dios han sido muy generosos conmigo y los míos«.

Esta generosidad le ha permitido llevar una vida plena, y al tiempo que ha podido desarrollar su potencial y expectativas profesionales como médico científico, ha podido crecer y ver crecer en amor a su pareja, sus hijos y los hijos de sus hijos que hoy día la rodean y se nutren de esa fuente de energía, empuje y amor que emana incesantemente de su «mamá».

Biografía elaborada por

María Alejandra Torres y José Manuel Torres Viera

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