Ramón Eliel Andrade Pineda nació el 31 de agosto de 1953 en Pregonero, estado Táchira. Hijo de Ramón Andrade Mora y Edita Pineda de Andrade, creció en el seno de una familia de profundas raíces andinas y firmes valores. Desde sus primeros años de vida, demostró una personalidad perseverante, marcada por la disciplina y la vocación de servicio.
Su segundo nombre, Eliel, tiene un origen particular: fue escogido en honor a un guerrillero andino oriundo de la población de Bailadores, uno de los primeros hombres en alzarse contra la dictadura del General Juan Vicente Gómez. La admiración de su padre por este personaje simboliza el espíritu de lucha y firmeza que, con los años, caracterizaría también la vida profesional y académica.
El Dr. Ramón Eliel Andrade Pineda pasó su infancia en Pregonero, una comunidad agrícola en las montañas del estado Táchira. Creció entre cafetales, amaneceres fríos y el sonido de los gallos, en un entorno rural donde la sencillez y el trabajo duro eran el pan de cada día. Fue el hermano mayor de cuatro Alberto (Ingeniero Industrial), Magali (Ingeniero Civil), Marlene (Ingeniero Forestal) y Alba (Licenciada en Literatura), desde muy joven sintió el peso y la responsabilidad de ese lugar en la familia.
Su padre, Ramón Andrade Mora, era comerciante. Un hombre rígido, poco dado a los gestos afectuosos, pero profundamente comprometido con la formación de sus hijos. Aunque solo cursó hasta primaria, fue autodidacta, disciplinado, y siempre estuvo pendiente del rumbo de su familia. Su madre, Edita Pineda de Andrade: una mujer sencilla, profundamente religiosa que vivía el servicio al prójimo como un acto cotidiano. El doctor Andrade la recuerda con una profunda admiración, especialmente por su capacidad de unir a toda la familia: primos, tíos, incluso conocidos. Su sensibilidad como madre lo marcó para siempre.
Una de las memorias más vivas de su niñez es el episodio en que enfermó gravemente de tosferina. Fue en ese momento cuando nació un lazo irrompible entre la enfermedad y el amor de su madre. Creció rodeado de afectos y costumbres auténticas. Por ejemplo, la Semana Santa era un momento sagrado en su casa: se vivía con recogimiento, oración y fervor religioso. Tan profunda era esa conexión con lo espiritual que, en algún momento de su infancia, soñó con ser sacerdote.
El Dr. Andrade compartió con sus abuelos y de su abuelo materno, dice, heredó algo más que rasgos físicos: heredó el carácter. Su abuelo era un hombre alegre, espontáneo, capaz de romper la solemnidad de cualquier acto con un comentario sagaz. A veces, el doctor Andrade sonríe al pensar que quizás ese espíritu vivaz, que ha coloreado muchos momentos de su carrera médica y docente, es precisamente la herencia de aquel abuelo.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela Parroquial San Miguel de Pregonero. Recuerda con cariño que fue un niño inquieto, travieso, lleno de energía, pero con una curiosidad grande por aprender. Aunque su carácter era juguetón, desde pequeño sentía fascinación por los libros, por descubrir cómo funcionaban las cosas, y mostraba un hábito constante de estudio. Continuó la educación secundaria en el Liceo Francisco de Borja y Mora en su ciudad natal, y luego en el Liceo Félix Román Duque en Tovar, estado Mérida. Fue en esta etapa donde su vocación comenzó a perfilarse con claridad: sentía una conexión especial con las ciencias biológicas, una atracción hacia lo relacionado con la vida, el cuerpo humano y los procesos naturales.
Aunque el Dr. Andrade sentía una fuerte inclinación por las ciencias, también hubo un momento en su juventud en el que lo atrajo profundamente la vida sacerdotal. Su espiritualidad, cultivada desde la infancia en una familia religiosa, lo llevó a contemplar esa vocación. Sin embargo, en cierto punto, tuvo un sueño que interpretó como una señal clara: ese no era su camino. A partir de entonces, una idea comenzó a tomar forma en su mente y se convirtió en una brújula para su vida: “Tal vez no salvaré almas… pero sí podré salvar cuerpos.” Con ese pensamiento como guía, eligió con firmeza la carrera de Medicina, convencido de que el servicio al prójimo también podía vivirse a través del cuidado y la ciencia. Antes de iniciar sus estudios de medicina, el Dr. Andrade participó como docente en poblaciones rurales del Táchira, de primaria al igual que clases para adultos en la Escuela Nocturna de Pregonero.
Posteriormente, cursó sus estudios de Medicina en la Universidad de Los Andes (ULA), institución donde se formó académicamente y forjó su vocación profesional. A partir del quinto semestre de medicina realizó trabajos de voluntariado en atención en salud con las Unidades de Lotería del Táchira, donde reforzaba con la práctica lo que profundamente estudiaba en las teorías. Egresó como Médico Cirujano el 17 de abril de 1977, culminando una etapa que, aunque desafiante, recuerda con profundo respeto. Recuerda que en su primer año de carrera eran alrededor de 2.000 estudiantes y que cada materia exigía un alto nivel de dedicación y esfuerzo. Fue una etapa intensa, donde la exigencia académica no daba tregua, pero que sentó las bases de la sólida formación médica que lo acompañaría toda su vida.
En 1977 inició su carrera médica como interno en el Hospital Central de San Cristóbal y como médico rural en los poblados de El Cobre y La Grita. Su compromiso con el servicio público lo llevó también a colaborar como médico ad honorem en un Centro Asistencial Geriátrico de La Grita. En 1979, se desempeñó como residente de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Central de San Cristóbal.
Consciente de la necesidad de profundizar en el conocimiento clínico, el Dr. Andrade realizó tres especialidades médicas en Caracas: Medicina Interna en el Hospital Universitario de Caracas (1980-1982), Infectología (1983-1984) en el mismo centro y Microbiología Médica (1985-1986) en el Instituto de Biomedicina, todas reconocidas por el Colegio de Médicos del Distrito Federal. Donde coincidió con profesionales de la salud que lo marcaron profundamente. Uno de ellos fue el Dr. Pedro Armas Nurse, médico internista, a quien considera una figura ejemplar. De él aprendió no solo la rigurosidad académica, la disciplina y la constancia en el estudio, sino también el valor de la ética profesional, el compromiso con el estudiante y la firmeza de no ser cómplice del mal ni de la injusticia.
El Dr. Andrade recuerda que uno de los momentos más desafiantes y a la vez decisivos de su carrera en el área de la infectología fue durante sus años de residencia. En el año 83 surgieron en Venezuela los primeros casos del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). En ese entonces, poco se sabía sobre el virus: no existían métodos diagnósticos precisos, no se conocía su modo de transmisión con certeza, ni había aún herramientas terapéuticas eficaces o estrategias claras de prevención.
Mientras muchos médicos optaban por alejarse de estos casos por temor o desconocimiento, el Dr. Andrade asumió con firmeza y humanidad el compromiso de atender a todos los pacientes por igual. No lo hacía por obligación, sino por un profundo sentido de servicio y vocación médica. Fue así como se convirtió en uno de los primeros médicos en Venezuela en atender casos diagnosticados de VIH/SIDA, específicamente en el Hospital Universitario de Caracas, en una época donde el estigma, el miedo y la incertidumbre eran dominantes.
A partir de esa experiencia nació en él una necesidad genuina de profundizar en el conocimiento de las enfermedades infecciosas. Esa inquietud lo llevó a cursar la especialización en Microbiología Médica en el Instituto de Biomedicina, donde fue formado por el Dr. Rafael Darricarrere y la Dra. María Isabel Urrestarazu. Estando contiguo al Hospital Vargas de Caracas, tuvo la fortuna de conocer al Dr. Oswaldo Carmona Jefe de la Unidad de Microbiología del Hospital Vargas y Jefe de Cátedra de Microbiología de la Escuela de Medicina José María Vargas, quien le enseñó a aplicar la microbiología de forma clínica y práctica en el diagnóstico de enfermedades infecciosas. Posteriormente es llamado para coordinar el Servicio de Medicina Interna en el Hospital Militar de San Cristóbal, pero se decide a ejercer la otra pasión de su vida: la docencia.
Su motivación se vio reforzada al descubrir que, en la Escuela de Medicina “José María Vargas”, la enseñanza de la microbiología tenía una orientación profundamente clínica, en perfecta consonancia con su visión médica. Esa perspectiva lo impulsó a dedicarse también a la docencia en la Cátedra de Microbiología de dicha escuela, con la convicción de formar profesionales capaces de integrar el conocimiento científico con la atención directa al paciente.
A partir de 1987, desempeñó múltiples funciones médicas y académicas de alto impacto. Durante 28 años, fue médico microbiólogo en la Sección de Bacteriología del Departamento de Bioanálisis del Hospital Universitario de Caracas, donde lideró el Programa de Vigilancia de Resistencia Bacteriana a los Antimicrobianos, convirtiéndose en referente nacional en el área. Simultáneamente, ejerció como internista del IPASME, donde fue evaluador en la Junta Médica Nacional de Alzada para casos del Ministerio de Educación hasta el año 2015.
Como docente, el Dr. Ramón Eliel Andrade Pineda ha mantenido un compromiso ininterrumpido desde 1987 con la Escuela de Medicina “José María Vargas” de la Universidad Central de Venezuela. Actualmente, ejerce como profesor asociado y para el período 2025–2026, ha sido designado jefe de la Cátedra de Microbiología, ya desempeñando este puesto en dos oportunidades anteriores; reafirmando su papel como figura clave en la formación académica de las nuevas generaciones.
Entre 2008 y 2010, también ocupó el cargo de jefe del Departamento de Medicina Preventiva y Social y durante más de dos décadas ha sido colaborador docente en la asignatura de Medicina Tropical e Infectología, transmitiendo su experiencia a estudiantes de distintos niveles. Adicionalmente, ha colaborado con la Cátedra de Inmunología de la Escuela José María Vargas participando como tutor en aproximadamente 30 trabajos monográficos. Ha sido coordinador y facilitador de múltiples cursos teóricos y prácticos en microbiología clínica, dirigidos no solo a estudiantes de pregrado, sino también a residentes de medicina interna, pediatría e infectología de diversos hospitales de la red pública nacional.
Cuando se le pregunta qué siente al ver el crecimiento profesional de sus estudiantes, el Dr. Andrade responde con orgullo. Muchos de quienes fueron sus alumnos hoy ocupan cargos de relevancia como vicepresidentes y presidentes de sociedades científicas venezolanas en el área de infectología y microbiología. Verlos triunfar, avanzar en la vida académica y científica, lo llena de orgullo y profunda emoción.
Sin embargo, también expresa una preocupación actual: la ética académica. Percibe en algunos estudiantes una pérdida de rigor, de disciplina y de compromiso con la honestidad intelectual. Como formador, considera esencial recuperar esos valores fundamentales, no solo por el bien de la academia, sino por la salud de la sociedad a la que esos futuros profesionales servirán.
Con una sólida trayectoria profesional, retoma el rol de Médico Evaluador por Contrato para el IPASME en octubre de 2016 hasta la actualidad. Paralelamente, desde septiembre de 2015, ha estado activamente involucrado en la formación de futuros médicos como Profesor Asociado en la Academia Militar de Medicina de la Universidad Bolivariana, con sede en el Hospital Militar Carlos Arvelo. En esta institución, ha impartido las asignaturas de Microbiología en el III y IV semestre, así como Problemáticas de la Salud del Adolescente y del Adulto en Venezuela en los semestres VII y VIII respectivamente. Su experiencia clínica también abarca la labor como Médico Especialista en el Centro Clínico de Inmunología y Reumatología del IVSS San Bernardino entre septiembre de 2016 y 2018, y su actual desempeño como Médico Internista en el Hospital José Gregorio Hernández del IVSS (desde 2019), en el MIHHVI (desde septiembre de 2022) y en la Inmobiliaria Nacional (desde octubre de 2023).
Desde el 2020 hasta la actualidad el Dr. Andrade ha participado activamente como voluntario en AMISUCRE por parte de la Federación Médica Venezolana y Colegio Médico del Distrito Federal, circunstancia que le ha permitido conocer lo amplio de nuestra geografía nacional.
El Dr. Andrade ha sido autor o coautor de más de 118 trabajos científicos presentados en congresos nacionales e internacionales; ha ofrecido 36 ponencias en eventos académicos y organizado 30 jornadas científicas. Su producción intelectual incluye 47 artículos publicados en revistas indizadas nacionales, 9 en revistas internacionales y 6 capítulos de libros especializados. Comenta que su interés por la investigación científica nació durante sus años de pregrado, cuando era invitado a participar como parte del equipo de protocolo en los grandes congresos organizados por la Universidad de Los Andes. Aquellos eventos, donde se exponían trabajos que él admiraba profundamente, despertaron en él una curiosidad genuina: no quería ser solo espectador, sino autor de ese tipo de investigaciones que generaban conocimiento nuevo.
Desde entonces, ha llevado a cabo numerosos trabajos de investigación, muchos de los cuales han sido reconocidos y premiados a nivel nacional e internacional. Uno de los más destacados fue un póster presentado en Bolivia, en el cual realizó una revisión exhaustiva de 5.000 boletas de solicitud microbiológica, de las cuales solo 12 cumplían con los criterios de calidad adecuados. Este hallazgo, además de resaltar una problemática significativa en el sistema de solicitud diagnóstica, le valió reconocimiento en el ámbito científico boliviano.
Algunos de los trabajos del Dr. Andrade no solo le valieron reconocimiento y generaron polémica e incomodidad en ciertos sectores, al poner en evidencia situaciones sensibles dentro del ámbito hospitalario. Uno de estos estudios fue el análisis de la microbiota orofaríngea y rectal del personal del servicio de Nutrición y Dietética. Según los registros disponibles, nunca antes se había realizado un estudio de este tipo en el Hospital Clínico, lo que generó resistencia y malestar en algunos sectores institucionales, pese a su valor científico y epidemiológico.
Otro estudio que causó controversia fue una investigación sobre el desperdicio económico asociado a las pruebas diagnósticas microbiológicas en los servicios de emergencia. El Dr. Andrade demostró, con datos concretos, que una gran cantidad de muestras procesadas no eran retiradas por los médicos solicitantes, lo que se traducía en pérdidas económicas significativas y en un grave problema de organización entre las áreas de emergencia y laboratorio. El estudio evidenció el desorden institucional y la falta de comunicación entre los equipos clínicos y el área diagnóstica.
Aunque estos trabajos generaron reacciones encontradas y, en ocasiones, incomodidad dentro del hospital, el Dr. Andrade nunca dudó en llevarlos adelante. Su motivación era clara: sacar a la luz problemáticas reales que debían ser conocidas, discutidas y corregidas. Para él, la investigación no puede ser complaciente; debe ser una herramienta crítica para mejorar el sistema de salud, aunque implique enfrentar resistencias.
Una característica que distingue su labor investigativa es su compromiso con la formación estudiantil. El Dr. Andrade realiza gran parte de sus investigaciones de la mano con sus estudiantes, a quienes guía con dedicación. Le motiva profundamente acompañarlos en el proceso de descubrimiento, y siente admiración por la sed de conocimiento que manifiestan. Esa conexión con sus alumnos ha sido tan fructífera que, gracias al esfuerzo conjunto, han obtenido más de 10 premios en distintos congresos científicos.
Está convencido de que uno de los mayores deberes del médico es “hacer escuela”, formar relevo generacional, compartir el conocimiento y sembrar la vocación científica en quienes vienen detrás. Por eso, defiende con firmeza la divulgación del conocimiento, convencido de que el saber no debe guardarse, sino multiplicarse.
Uno de sus aprendizajes más importantes lo vivió en los Institutos de Medicina, donde observó de cerca cómo algunos colegas podían obstaculizar el avance científico. A pesar de contar con todos los recursos para formar postgraduandos de alto nivel, algunos profesionales desperdiciaban esas oportunidades. Esta experiencia reforzó su creencia en la generosidad científica, y en la importancia de cultivar una comunidad académica colaborativa, ética y comprometida con el bien común.
El Dr. Ramón Eliel Andrade Pineda ha tenido una participación activa y sostenida en el ámbito gremial y científico a lo largo de su carrera. Ha formado parte de la Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Infectología como tesorero entre 1990 y 1991, y fue miembro de la comisión científica de esa misma sociedad entre 1991 y 1993. En paralelo, ejerció funciones dentro de la Junta Directiva Nacional de Sociedad Venezolana de Microbiología, donde se desempeñó como secretario de actas entre 1991 y 1993, tesorero entre 1992 y 1996, y coordinador de su comisión electoral en el año 1996. Más adelante, integró la Junta Directiva del Capítulo Metropolitano de dicha sociedad entre 1999 y 2000, y actualmente ocupa el cargo de vicepresidente de ese mismo capítulo para el período 2024–2025.
Su trabajo también ha estado vinculado al desarrollo editorial en el área científica, formando parte del comité editor de las revistas Antibióticos e Infección y de la Revista de la Sociedad Venezolana de Microbiología. Ha participado activamente como jurado y asesor en trabajos de grado, concursos académicos y procesos de incorporación docente en la Universidad Central de Venezuela, lo que refleja su compromiso con la formación y el fortalecimiento institucional. Además, ha sido facilitador en diplomados internacionales avalados por la UNESCO-UPEL y ha contribuido a la divulgación científica en medios de comunicación nacionales como Globovisión, El Nacional y El Universal, llevando el conocimiento médico a un público más amplio. También es miembro activo de varias sociedades científicas internacionales, entre ellas la Sociedad Panamericana de Infectología y la International Union of Microbiological Societies (IUMS), lo cual refleja su proyección y vinculación con la comunidad científica más allá de las fronteras nacionales.
Por su trayectoria clínica, docente y científica, el Dr. Andrade ha recibido el Premio Nacional a la Excelencia Médica en Infectología en 2015 y el Premio Nacional a la Excelencia Médica en Microbiología en 2024. Ambos galardones, otorgados por las Redes de las Sociedades Científicas Médicas Venezolanas. Las postulaciones para estos premios fueron realizadas por la Sociedad Venezolana de Infectología y la Sociedad Venezolana de Microbiología respectivamente. Además, desde 2024, el Dr. Andrade representa a la Sociedad Venezolana de Microbiología ante las Redes de las Sociedades Científicas Médicas Venezolanas. Al ser consultado sobre estos honores, el Dr. Andrade responde con humildad. Dice no saber exactamente cuáles fueron los criterios que lo hicieron merecedor de tales distinciones, pero sí está convencido de que ha procurado influir de manera significativa en las personas que lo rodean, no solo a través de su labor académica, sino también desde la ética, el compromiso, el amor por la medicina y la constancia en el trabajo diario.
Quien escribe estas líneas ha tenido el privilegio de ser estudiante del Dr. Ramón Eliel Andrade Pineda y no deja de sorprenderse ante la manera en que enseña: con humildad profunda, carisma genuino y un cariño que nace del amor auténtico por la docencia. Su forma de transmitir el trato hacia el paciente, su ausencia total de egoísmo al compartir el conocimiento médico y su ejemplo constante de humanidad, dejan una huella que transforma.
La trayectoria del Dr. Andrade ha estado siempre guiada por un propósito claro: replicar el conocimiento, multiplicarlo, jamás guardarlo para sí. Y cuando se le pregunta por sus logros, no habla de premios ni de méritos. Habla de rostros. Los rostros de sus pacientes, de sus estudiantes, de sus colegas. Para él, el verdadero éxito no se mide en cargos ni reconocimientos, sino en haber servido con honestidad y enseñado con vocación, dejando en cada persona que pasa por su vida profesional una huella profundamente humana sobre todo en quienes ha formado desde las aulas.
Sigue creyendo con una convicción serena pero firme, que la medicina es un acto de servicio, no de vanidad. Que el conocimiento solo tiene sentido cuando se comparte, y que la enseñanza, cuando se da desde el ejemplo, es capaz de transformar vidas.
Biografía actualizada en abril 2025
Biografía elaborada por
María Valentina Díaz
maria.diazfal@gmail.com